Recorriendo el país dravídico, al sur de Madrás y hasta el extremo de la India, quedé sorprendido
al ver hasta qué punto los nāgakkāls, esos caduceos dravídicos esculpidos en piedra y colocados
bajo grandes árboles, son la copia exacta del caduceo mediterráneo.
En esta semejanza veía más que una coincidencia. Es verdad que la serpiente siempre ha
fascinado al hombre por su poder mortal y su vida misteriosa. Imagen arquetípica y símbolo fálico,
sobre todo cuando está erguido, el reptil forma parte de las imágenes simbólicas de muchos
pueblos. ¡Pensemos en la Biblia y en la serpiente tentadora!
Sin embargo, lo que asombra, tanto en el nāgakkāl como en el caduceo es que muestran dos
serpientes enlazadas y, sobre todo, erguidas sobre la cola, lo que es antinatural: una cobra erguida
conserva al menos un tercio de su cuerpo enroscado y apoyado en el suelo. Para resolver la
dificultad, el indio las esculpe en piedra, mientras en el Mediterráneo enrollan la serpiente en torno
al bastón de Hermes, dios que adoptaron los griegos pero que era extranjero: venía de Tracia o de
Lidia.
Los brahmanes nos dicen que las dos serpientes simbolizan los conductos de energía que corren a
lo largo de la columna vertebral, mientras que el nāgakkāl es un símbolo sexual tántrico, con el
mismo derecho que el lingam. En la India todos saben que se trata de cobras copulando, pues las
serpientes copulan erguidas y enlazadas. Ahora bien, la cobra es el reptil indio por excelencia y es el
más común y el más temido, sobre todo en celo: ni al señor ni a la señora cobra les gusta ser
molestados, y sin embargo su acoplamiento es el único coito animal descrito en la India. Cuando, a
propósito del caduceo mediterráneo, nos cuentan que, al ver dos serpientes luchando, Hermes las
separó con su vara.
El conjunto (el nāgakkāl más los dos árboles casados) está tan cargado de sexualidad que las
mujeres estériles le hacen ofrendas y se frotan contra la piedra para tener niños. En cuanto a la
higuera, ¿es macho porque secreta un látex que se parece al esperma? En todo caso es el único árbol
que jamás se mutila en la India. Sus semillas son, al parecer, afrodisíacas.
El nāgakkāl revela también su origen tántrico por el hecho de que, visto de espaldas, tiene la
forma de un lingam y también por los motivos que con frecuencia se esculpen en los anillos
formados por las cobras copulando. En el de arriba, se esculpen el lingam-yoni tradicional, en el
anillo central Nandin, el toro sagrado, el vehículo de Shiva cuyo culto se encuentra en toda el área
mediterránea , por último en el inferior la flor de loto, símbolo del yoni. La parte de abajo está siempre vacía. Se ha encontrado un caduceo de seis anillos en Sumer, de comienzos del tercer milenio, sobre un cubilete de Gudea. Cuando hay representada una sola cobra, se enrosca de abajo arriba en torno a una varilla. A
veces policéfala, sus cabezas son siempre de número impar: 3, 5, 7 ó 9, todos números sagrados. En
la India la cobra está siempre asociada a Shiva, pero pensemos también en el Pschent de los
faraones y en el Calathos de la diosa de Cnossos.
La asociación entre la serpiente, la piedra y el árbol es típica en el espacio alpino-mediterráneo,
que incluye la mayor parte de Europa. ¡La serpiente tienta a Eva a partir del árbol sagrado! He
evocado la época megalítica india y la europea. En las excavaciones arqueológicas en la India se
han encontrado, especialmente en Salem, escondidas bajo los dólmenes dravídicos, hachas de
piedra y otras herramientas prehistóricas, recuerdo de los ancestros. Y, sobre esto, citemos a Le
Rouzic, quien informa, en el Corpus de Monuments Mégalithiques du Morbihan que los bretones,
en determinadas épocas lunares, alrededor del menhir de Manion, hacen exactamente los mismos
gestos con la esperanza de la posteridad. Cerca de ese menhir, Le Rouzic descubrió una escultura
que representaba cinco serpientes erguidas sobare su colas, ...junto a cinco hachas neolíticas de
piedra! Extraño —y revelador— a más de 8.000 km de distancia...
Confirmando el simbolismo sexual del caduceo alpino-mediterráneo, según una leyenda griega,
Rea se había convertido en dragona y Zeus se convirtió en dragón para unirse a ella, y la vara de
Hermes es el símbolo de esta unión. En el Scolium, al margen del Parisinus 2, el cristiano
Atenágoras escribe, escandalizado: «El caduceo, en el cual las serpientes estaban representadas
frente a frente, con sus rostros encontrados, constituye el memorial de ese acoplamiento
vergonzoso».
Todos estos símbolos son extraños para los falsos indoeuropeos, es decir, para los arios. En el
Rig-Veda, el lingam, el árbol, la divinidad del árbol y el toro de Shiva son despreciados y
rechazados como parte del culto de los Dauys, los enemigos dravídicos del dios ario Indra.
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