Descifremos la danza de Shiva
Entre las variantes de la danza de Shiva, la más conocida en el sur de la India es la Nadanta,
representada en el bronce de la página siguiente. Lo traje hace unos años de Tamil Nadu, donde su
culto está siempre vivo. Para facilitar su desciframiento, las principales «claves» figuran
sumariamente en el dibujo. Si bien para un indio estos símbolos son evidentes, nosotros
necesitamos indicaciones suplementarias.
En este bronce lo más asombroso son los cuatro brazos de Shiva.
El tambor que tiene en su mano derecha confirma su origen preario. Los drávidas son
formidables «tocadores» de tambor. Simbólicamente, el tambor, el clamara, es el sonido
primordial. El Unmai Villakam, versículo 36, dice: «La creación viene del tambor...». ¿Es una
sorprendente intuición del big-bang de la física moderna? La concordancia es, como mínimo,
perturbadora.
Con su mano derecha levantada en abhya mudra, Shiva dice: «Yo protejo».
El fuego, que transforma y destruye, surge de la mano que toca el anillo inflamado. Afrenta para
los brahmanes, Shiva reúne en sí mismo las tres funciones cósmicas: creación, protección,
disolución. Para ellos Brahma crea, Vishnu protege, ¡y sólo dejan a Shiva el poder poco glorioso de
destruir!
Por último, la mano que señala hacia el pie levantado libera a quien penetra en el mito
revelándole la esencia del cosmos.
El pie izquierdo aplasta a un enano maléfico: para los tántricos, es su ex suegro ario, responsable
de la muerte de la dulce Sati, pero «oficialmente» es el demonio Muyakala. El conjunto reposa
sobre un pedestal en forma de loto.
Su cabellera reúne varios símbolos. Joyas adornan sus cabellos trenzados cuyas mechas
inferiores giran indicando la impetuosidad de su danza, que mantiene al universo. Otra intuición
fantástica: en el grano de arena, a mis ojos insignificante e inmóvil, los electrones giran sobre sí
mismos «bailando un vals» alrededor del núcleo de los átomos a miles de km/seg. Si
repentinamente en el cosmos todos los electrones, así como la energía cósmica, se pararan en seco,
el universo se hundiría inmediatamente en la «nada dinámica» (akasba) de donde salió.
Una cobra se agarra a sus cabellos, sin hacerle daño.
¡El cráneo es el de Brahma! La ninfa dice que el Ganges surge de la cima de su cabeza. En fin,
hay que añadir la media Luna. Su cabeza está coronada por una guirnalda de Cassia, una planta
sagrada. En su oreja derecha un pendiente para hombre, en la izquierda un pendiente para mujer
indican que reúne en él los dos sexos.
Sus joyas acentúan su divinidad: lleva ricos collares en torno al cuello, su cinturón está recubierto
de piedras preciosas, sus muñecas adornadas con brazaletes, igual que sus tobillos y sus brazos, y
lleva anillos en los dedos de las manos y de los pies. Por toda vestimenta lleva un calzón ajustado
de piel de tigre y un echarpe. Para provocar a los brahmanes lleva también el cordón sagrado.
Todo el conjunto despide una impresión de graciosa impetuosidad, ligera y fácil: Shiva-Lila, es
un «juego». A pesar de su danza desmelenada, el rostro de Shiva permanece sereno. En la frente se
abre su tercer ojo, el de la intuición, que atraviesa las apariencias y trasciende lo sensorial.
A quien sabe ver y sobre todo percibir, la Danza de Shiva, en un resumen cautivador, revela al
Último. Así Shiva es Nataraja, el Rey de la Danza, y es éste el nombre que llevaba Nataraja Gurú:
¡todo un símbolo!
Otra danza de Shiva, muy popular, es la Tandava, donde Shiva-Bhairava danza salvajemente, por
la noche, en los lugares de cremación, acompañado por diablillos retozones. Esta danza, claramente
prearia, se dirige a un Shiva semidiós, semidemonio. Es representada en lugares tan alejados uno
del otro como Elephanta, Ellora y Bhubaneshwara.
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martes, 27 de mayo de 2014
lunes, 26 de mayo de 2014
Shiva, la carrera de un dios, A.Van Lysebeth 1/2
Desconocido para los arios, incluso despreciado por ellos, Shiva se ha convertido, con el correr
de los milenios, en una divinidad clave hindú y tántrica a la vez. Su ascensión a la jerarquía divina
hasta llegar a ser, junto con Brahma y Vishnu, miembro de la trinidad hindú, revela su dinámica
profunda.
A propósito de Shiva, un amplio consenso entre los indianistas occidentales y los indios hace
remontar su culto a la civilización dravídica, más que a los autóctonos:
«Desde el Himalaya al cabo Comorin, se busca en vano entre las tribus salvajes aborígenes la
más ínfima huella de una forma cualquiera de culto tántrico de Shiva o de Kālī, su esposa. Tampoco
se ha hallado nunca el emblema fálico, símbolo de Shiva» (N. Bose & Halder: Tantras, Their
Philosophy and Occults Secrets, p. 72).
Se ignora incluso su nombre, tan sagrado y secreto que se evita pronunciarlo. «Shiva», que lo
designa por todas partes en la India, es un simple adjetivo que significa «el benévolo», «el
favorable». Se vincula al culto solar: «El culto de Shiva deriva de un culto solar, muy difundido en
la humanidad primitiva; el nombre shivan dado al Sol es similar a la palabra tamil shivappu, rojo;
por ello shivan, el Rojo, es una palabra adecuada para designar al Sol naciente. Shivan se parece
también a los términos tamiles schemam y shemmai, que significan prosperidad, rectitud. Con el
tiempo, además de «el Rojo», shivan se enriquece con sentidos como «de buen augurio»,
«próspero», etc.» (V. Parjoti, Saiva Siddhanta, p. 13).
Se lo llama también Shambhu, Shamkara, el benéfico, lleno de gracia. Si Alain Daniélou cree que
su verdadero nombre es An o Ann, otros se inclinan por Han, es decir, Dios en sentido absoluto.
Shiva, dios enemigo, fue primero rechazado por los invasores arios. Sin embargo, después de
haber vencido y sometido a los drávidas, impresionados por ese culto tan universalmente expandido
entre sus siervos, poco a poco lo adoptaron y lo integraron a su cultura.
Es interesante, e incluso divertido, seguir el proceso de arianización de Shiva, a través de su
asimilación progresiva a Rudra, un dios védico muy menor.
Es probable que los rudras, como los maruts, fueran aborígenes tránsfugas, aliados a los arios
durante la guerra de conquista, en función de lo cual su jefe, Rudra, fue divinizado, «a disgusto, en
tanto dios de las lágrimas, el que causa el dolor. Lejos de ser adorado y respetado como Indra,
Varuna, Vāyu, etc., Rudra («el que grita») no tiene parte alguna en el sacrificio del fuego. En su
calidad de dios de las lágrimas, se aloja fuera del barrio residencial de los dioses, en o cerca de los
campos de cremación» (Bhattacharya, Saivism and the Phallic World, p. 216).
En el Shatarudrīya, se envía a Shiva-Rudra a acampar en las montañas y en los bosques, donde se
lo asocia a los cazadores, a los habitantes de los bosques, ¡pero también a los ladrones y a los
bandidos! Una hermosa reputación...
Fueron sin duda los brahmanes quienes, irritados por verlo seducir a los arios, lo presentaron al
principio tan poco simpático como les fue posible: incluso lo hicieron el dios de las enfermedades...
Al crear a Shiva, la encarnación del principio creador masculino, los drávidas actuaron como
dijo Voltaire: «Dios creó al hombre a su imagen, pero éste ha hecho lo mismo». Shiva, principio
creador masculino, es uno de los símbolos más potentes y más antiguos del tantra: aparece ya,
como Pasupati (padre y amo de los animales), en el sello del Indo que antecede, sentado y rodeado
de animales salvajes: el tigre, el búfalo, el elefante, el rinoceronte...
Sus cuernos simbolizan las fuerzas lunares o el toro, su vehículo y parangón de la fuerza sexual:
pensemos en los cuernos de los toros de los santuarios de Çatal Hüyük y en el dios cornudo de las
hechiceras, convertido en el diablo en la iconografía de la Iglesia. Sus tres caras revelan que
suscita, mantiene y disuelve el universo. Dios de los yoguis, su postura pone claramente en
evidencia sus atributos masculinos...
Introducido por la puerta de servicio en el panteón védico, escala poco a poco los escalones de la
jerarquía divina y se convierte en el igual de Vishnu y de Brahma, constituye con ellos la trilogía
hindú dominante. Sin embargo, lo logra «por la presión de la calle», como se diría hoy.
Favorito de los drávidas, Shiva encarna su resistencia al ocupante ario, y las leyendas sobre él
son innumerables. La siguiente expresa la enemistad entre las dos Indias, la de los ocupantes y la de
los ocupados. Comienza con un idilio entre Shiva y Sati, la hija del rey ario Daksha. Enamorada de
Shiva, Sati lo desposa contra la voluntad de su padre y se va a vivir con él en el monte Kailash, en
el Himalaya. Después de pasar muchos años lejos de su familia, un día Sati se entera de que su
padre organiza una fastuosa celebración. Aunque no haya sido invitada, quiere asistir, tan grande es
su deseo de volver a ver a los suyos.
Su divino marido se lo desaconseja, pero por primera vez ella no lo escucha. Cuando llega a la
ceremonia, la flor y nata aria está presente: los reyes, los príncipes, los nobles y sus esposas, todo el
mundo en traje de gala. Cuando su padre ve llegar a la tránsfuga por amor, vestida con harapos, se
siente deshonrado y, lívido de cólera, lanza las peores injurias hacia Shiva. Es demasiado para la
pobre Sati: se desvanece para no volver a despertar.
La triste noticia se difunde inmediatamente en la ciudad y Shiva, cuando se entera, se pone
furioso. Como un solo hombre, todos sus partidarios, es decir, el pueblo llano, se levantan y se
rebelan. En la ciudad cunde la revuelta. El resentimiento generalizado hacia la tiranía brahmánica,
que se incubaba desde hacía tiempo, estalla. El lugar de la ceremonia es profanado, saqueado, y
Daksha, el padre de Sari, es humillado. La muchedumbre exige que Shiva sea proclamado el igual
de los dioses arios. Para calmar su cólera, los brahmanes admiten a Shiva en el panteón hindú.
Esta leyenda, que expresa tan bien la revuelta, todavía es tan popular en la India que se han hecho
historietas con ella. La India —pensemos que de cada cinco seres humanos uno es indio— es un
volcán donde la presión sube bajo la cascara constituida por la estructura aria milenaria. Cuando la
India explote, el mundo temblará...
En la iconografía de Shiva, su arma favorita es el tridente junto con el lazo. «Oficialmente» su
tridente —que no es el de Neptuno— simboliza los tres gunas del Samkhya (sattiva, raja, tama
guna) y también los tres nadis (conductos sutiles de energía) del yoga: Ida, Píngala y Sushumna.
Pero para los que saben es diferente, pues el tridente era el arma preferida de los drávidas,
mientras que su homólogo ario tenía cuatro dientes. El Rig-Veda dice (152.7 y 8): «Con su arma de
cuatro dientes (Chaturashri) Mitra y Varuna matan a los portadores del tridente». El indio
Rajmohon Nath, en Rig-veda Summary, p. 83, comenta este versículo: «Esto da una indicación
relativa al viejo conflicto entre los dos campos, que continúa todavía en la India (actual)». ¡Son
pocos los que lo dicen! Sin embargo, como en materia de simbolismo cada uno es libre, nada
impide ver ahí también la versión oficial...
de los milenios, en una divinidad clave hindú y tántrica a la vez. Su ascensión a la jerarquía divina
hasta llegar a ser, junto con Brahma y Vishnu, miembro de la trinidad hindú, revela su dinámica
profunda.
A propósito de Shiva, un amplio consenso entre los indianistas occidentales y los indios hace
remontar su culto a la civilización dravídica, más que a los autóctonos:
«Desde el Himalaya al cabo Comorin, se busca en vano entre las tribus salvajes aborígenes la
más ínfima huella de una forma cualquiera de culto tántrico de Shiva o de Kālī, su esposa. Tampoco
se ha hallado nunca el emblema fálico, símbolo de Shiva» (N. Bose & Halder: Tantras, Their
Philosophy and Occults Secrets, p. 72).
Se ignora incluso su nombre, tan sagrado y secreto que se evita pronunciarlo. «Shiva», que lo
designa por todas partes en la India, es un simple adjetivo que significa «el benévolo», «el
favorable». Se vincula al culto solar: «El culto de Shiva deriva de un culto solar, muy difundido en
la humanidad primitiva; el nombre shivan dado al Sol es similar a la palabra tamil shivappu, rojo;
por ello shivan, el Rojo, es una palabra adecuada para designar al Sol naciente. Shivan se parece
también a los términos tamiles schemam y shemmai, que significan prosperidad, rectitud. Con el
tiempo, además de «el Rojo», shivan se enriquece con sentidos como «de buen augurio»,
«próspero», etc.» (V. Parjoti, Saiva Siddhanta, p. 13).
Se lo llama también Shambhu, Shamkara, el benéfico, lleno de gracia. Si Alain Daniélou cree que
su verdadero nombre es An o Ann, otros se inclinan por Han, es decir, Dios en sentido absoluto.
Shiva, dios enemigo, fue primero rechazado por los invasores arios. Sin embargo, después de
haber vencido y sometido a los drávidas, impresionados por ese culto tan universalmente expandido
entre sus siervos, poco a poco lo adoptaron y lo integraron a su cultura.
Es interesante, e incluso divertido, seguir el proceso de arianización de Shiva, a través de su
asimilación progresiva a Rudra, un dios védico muy menor.
Es probable que los rudras, como los maruts, fueran aborígenes tránsfugas, aliados a los arios
durante la guerra de conquista, en función de lo cual su jefe, Rudra, fue divinizado, «a disgusto, en
tanto dios de las lágrimas, el que causa el dolor. Lejos de ser adorado y respetado como Indra,
Varuna, Vāyu, etc., Rudra («el que grita») no tiene parte alguna en el sacrificio del fuego. En su
calidad de dios de las lágrimas, se aloja fuera del barrio residencial de los dioses, en o cerca de los
campos de cremación» (Bhattacharya, Saivism and the Phallic World, p. 216).
En el Shatarudrīya, se envía a Shiva-Rudra a acampar en las montañas y en los bosques, donde se
lo asocia a los cazadores, a los habitantes de los bosques, ¡pero también a los ladrones y a los
bandidos! Una hermosa reputación...
Fueron sin duda los brahmanes quienes, irritados por verlo seducir a los arios, lo presentaron al
principio tan poco simpático como les fue posible: incluso lo hicieron el dios de las enfermedades...
Al crear a Shiva, la encarnación del principio creador masculino, los drávidas actuaron como
dijo Voltaire: «Dios creó al hombre a su imagen, pero éste ha hecho lo mismo». Shiva, principio
creador masculino, es uno de los símbolos más potentes y más antiguos del tantra: aparece ya,
como Pasupati (padre y amo de los animales), en el sello del Indo que antecede, sentado y rodeado
de animales salvajes: el tigre, el búfalo, el elefante, el rinoceronte...
Sus cuernos simbolizan las fuerzas lunares o el toro, su vehículo y parangón de la fuerza sexual:
pensemos en los cuernos de los toros de los santuarios de Çatal Hüyük y en el dios cornudo de las
hechiceras, convertido en el diablo en la iconografía de la Iglesia. Sus tres caras revelan que
suscita, mantiene y disuelve el universo. Dios de los yoguis, su postura pone claramente en
evidencia sus atributos masculinos...
Introducido por la puerta de servicio en el panteón védico, escala poco a poco los escalones de la
jerarquía divina y se convierte en el igual de Vishnu y de Brahma, constituye con ellos la trilogía
hindú dominante. Sin embargo, lo logra «por la presión de la calle», como se diría hoy.
Favorito de los drávidas, Shiva encarna su resistencia al ocupante ario, y las leyendas sobre él
son innumerables. La siguiente expresa la enemistad entre las dos Indias, la de los ocupantes y la de
los ocupados. Comienza con un idilio entre Shiva y Sati, la hija del rey ario Daksha. Enamorada de
Shiva, Sati lo desposa contra la voluntad de su padre y se va a vivir con él en el monte Kailash, en
el Himalaya. Después de pasar muchos años lejos de su familia, un día Sati se entera de que su
padre organiza una fastuosa celebración. Aunque no haya sido invitada, quiere asistir, tan grande es
su deseo de volver a ver a los suyos.
Su divino marido se lo desaconseja, pero por primera vez ella no lo escucha. Cuando llega a la
ceremonia, la flor y nata aria está presente: los reyes, los príncipes, los nobles y sus esposas, todo el
mundo en traje de gala. Cuando su padre ve llegar a la tránsfuga por amor, vestida con harapos, se
siente deshonrado y, lívido de cólera, lanza las peores injurias hacia Shiva. Es demasiado para la
pobre Sati: se desvanece para no volver a despertar.
La triste noticia se difunde inmediatamente en la ciudad y Shiva, cuando se entera, se pone
furioso. Como un solo hombre, todos sus partidarios, es decir, el pueblo llano, se levantan y se
rebelan. En la ciudad cunde la revuelta. El resentimiento generalizado hacia la tiranía brahmánica,
que se incubaba desde hacía tiempo, estalla. El lugar de la ceremonia es profanado, saqueado, y
Daksha, el padre de Sari, es humillado. La muchedumbre exige que Shiva sea proclamado el igual
de los dioses arios. Para calmar su cólera, los brahmanes admiten a Shiva en el panteón hindú.
Esta leyenda, que expresa tan bien la revuelta, todavía es tan popular en la India que se han hecho
historietas con ella. La India —pensemos que de cada cinco seres humanos uno es indio— es un
volcán donde la presión sube bajo la cascara constituida por la estructura aria milenaria. Cuando la
India explote, el mundo temblará...
En la iconografía de Shiva, su arma favorita es el tridente junto con el lazo. «Oficialmente» su
tridente —que no es el de Neptuno— simboliza los tres gunas del Samkhya (sattiva, raja, tama
guna) y también los tres nadis (conductos sutiles de energía) del yoga: Ida, Píngala y Sushumna.
Pero para los que saben es diferente, pues el tridente era el arma preferida de los drávidas,
mientras que su homólogo ario tenía cuatro dientes. El Rig-Veda dice (152.7 y 8): «Con su arma de
cuatro dientes (Chaturashri) Mitra y Varuna matan a los portadores del tridente». El indio
Rajmohon Nath, en Rig-veda Summary, p. 83, comenta este versículo: «Esto da una indicación
relativa al viejo conflicto entre los dos campos, que continúa todavía en la India (actual)». ¡Son
pocos los que lo dicen! Sin embargo, como en materia de simbolismo cada uno es libre, nada
impide ver ahí también la versión oficial...
jueves, 22 de mayo de 2014
El lingam, símbolo absoluto "Tantra el culto a lo femenino" A.Van Lysebeth
El lingam es el símbolo más común en la India, donde es aceptado tanto por los hindúes como
por el tan-tra ya sea de Derecha o de Izquierda.
Katheríne Mayo, en Mother India, escribió en 1927: «Shiva, una de las divinidades del panteón
hindú, está representado en todas partes, a lo largo de los caminos, en pequeños altares, en los
templos, en los oratorios de las casas indias o en los amuletos personales. Cada día, a través de la
imagen del órgano de la generación, es adorado por sus devotos».
El lingam además es el único elemento común a prácticamente todos los templos hindúes, el
único también que puede ser mirado y tocado por cualquiera, sin importar su religión, su secta o su
casta. En todo rito tántrico tiene un papel central, tanto entre los shivaítas como entre los adeptos de
Shakti.
Lo característico del símbolo es que revela aspectos diferentes según la persona que lo percibe y
según las circunstancias: de ahí su riqueza, y el valor simbólico del lingam es extraordinario. Por
ser universal es aceptable para todos, tanto creyentes como ateos.
¿Se trata de una imagen fálica o priápica? Es lo que creían los primeros occidentales que viajaron
a la India. En 1670, un individuo llamado Stravorinus, capitán de la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales, se indignaba por ello: «Aquí y allí, hay representaciones de una divinidad que
adoran bajo el nombre de lingam. Es el culto más escandaloso entre todas las abominaciones que la
superstición humana ha multiplicado en la superficie de la Tierra...»
Sin comentarios...
El tantra es el modo de acercamiento a las realidades últimas más accesible al conjunto de la
humanidad, cualesquiera que sean las diferencias, raciales u otras.
A primera vista, sin embargo, ¿qué hay más extraño que los conceptos, los ritos y las técnicas del
tantra, especialmente el culto del lingam? En nuestro inconsciente, sin embargo, despierta ecos
profundos desde que penetramos en su universo misterioso.
Para el tantra, el lingam es el conjunto formado por el órgano masculino engastado en el sexo
femenino, y no sólo el falo, aunque éste sea ya un símbolo muy potente, universalmente extendido,
incluso entre nosotros.
George Ryley Scott escribe: «Era natural que los antiguos bretones adoraran las piedras y los
pilares en cuanto emblemas del principio masculino, así como los antiguos hebreos, los griegos, los
romanos, los egipcios, los japoneses y tantos otros. Huellas de este culto han sido descubiertas en
numerosos lugares de Inglaterra, Escocia y el país de Gales, aunque sean notablemente escasas las
estatuas fálicas realistas. Tales ejemplares han existido, pero probablemente han sido demolidos, y
la mayor parte de las huellas escritas sobre los mismos han sido borradas con cuidado por el clero y
las demás autoridades».
El mismo autor cita aj. B. Hannay en Christianity: The Sources of its Teaching and Symbolism:
«Los pilares fálicos no eran raros en Bretaña. Tenemos una larga lista establecida según antiguos
escritos. Buen número de ellos fueron destruidos o derribados, mutilados en la punta o erosionados
por la intemperie; sin embargo, en las investigaciones, se descubren columnas fálicas tan perfectas
que un indio shivaíta se prosternaría ante ellas y las adoraría todavía hoy. Otros sólo representan el
glande, como las formas adoradas por los asirios».
En el emplazamiento prehistórico de Filitosa, en Córcega, se ven piedras erguidas, de un realismo
tal que se trata indudablemente de lingams, aunque los arqueólogos los califican púdicamente de
«guerreros». También en este caso podemos hacer una comparación entre el hombre viril
sexualmente y el hombre viril combativamente.
No sé qué hubiera pensado, pues, nuestro amigo Burgess si hubiera asistido a la escena relatada
por el Capitán Hamilton (A New Account of East lndies, Edimburgo, 1727, vol. 1, p. 152), que vio
un «sanctified rascal» (literalmente, un miembro de la chusma santificado), un truhán de siete pies
(más de dos metros), con los miembros bien proporcionados, de la secta de los jougies (sic)
«sentado a la sombra de un árbol, prácticamente desnudo, con un pudenda (en latín en el texto)
como un asno, con un anillo de oro pasado por el prepucio. Este gañán era muy reverenciado por un
gran número de mujeres jóvenes casadas, que se prosternaban ante el príapo viviente, lo tomaban
devotamente entre las manos, lo besaban, mientras que su propietario libertino les acariciaba las
necias cabezas murmurando plegarias obscenas, que supuestamente les aseguraban una
progenitura».
¡Se entiende, efectivamente, que este subdito de Su Muy Excelsa Majestad Británica haya sido
escandalizado por ese espectáculo! No comprendió que esas mujeres no adoraban el miembro viril
sino el lingam, signo de la potencia creadora de Shiva.
¡Estupefacción! ¡Escándalo! ¡Otro viajero vio a un asceta desnudo, sentado bajo un árbol,
poniendo collares de flores y otras ofrendas rituales a su propio miembro en erección! Para el
asceta, la erección manifestaba la fuerza creadora que hace surgir una nueva vida o las galaxias de
la nada, y es ese principio cósmico lo que reverenciaba... Estaba en condiciones de disociar su poloindividuo
(el yo consciente) de su polo-especie. Todo esto no puede trasladarse a Occidente,
evidentemente: ¡imagínese el lector la cara de los peatones en los Campos Elíseos!
En la India, el origen del culto del lingam se remonta a la prehistoria, a los antiguos ritos
sexuales de fecundidad, al culto de la Gran Diosa. Los hombres y las mujeres se unían cerca de los
campos, y los acoplamientos colectivos se consideraban beneficiosos para aumentar, por contagio,
la fecundidad de la tierra: seguramente era menos tóxico que nuestros pesticidas... Luego se
levantaban piedras para invocar a las fuerzas creadoras, piedras que todavía están allí...
Este culto es muy anterior a la invasión aria: el Rig-Veda atestigua que el lingam era, si no el
único, el principal símbolo preario, rechazado por los arios.
Los epítetos injuriosos dirigidos a los drávidas: akarman, sin ritos, ayajvan, que no hacen
sacrificios, shishna-devāh, literalmente «cuyo dios es el pene» (VIL21.5 y X.99-3), prueban que el
simbolismo profundo del lingam escapaba a los arios. Su culto, condenado, quedaba desterrado de
los rituales védicos.
Sin embargo se produciría un viraje. Sólidamente implantados en el país conquistado, su
pretendida integridad racial protegida por el estricto apartheid del sistema de las clases, los arios
podían darse el lujo de la tolerancia religiosa. Dejaban que sus siervos, los sudras, conservaran sus
antiguos dioses y cultos.
Mientras que habitualmente el vencedor impone su religión a los vencidos, en la India los arios
no sólo no deseaban en absoluto «brahmanizar» a sus siervos, sino que al contrario prohibían
estrictamente a los no arios (y a algunos arios) incluso que escucharan los Vedas. En caso de
transgresión, el Código de Manu castigaba ese «sacrilegio» con graves penas.
Sin embargo, poco a poco los «señores» se anexaron dioses, creencias, prácticas mágicas de los
vencidos y las integraron, «arianizadas», a su propio culto y panteón: el resultado de esta osmosis
es el hinduismo. Y es así como el lingam, al principio tan despreciado, se convirtió en el símbolo
más difundido en toda la India. Sin embargo, si los arios patriarcales lo aceptaron bastante
fácilmente, ¡fue porque veían en él sobre todo el miembro viril!
Todavía hoy el culto del lingam ha conservado su fervor original. Cito a Mircea Eliade
(L'épreuve du Labyrinthe, p. 68): «La segunda enseñanza que me ha aportado la India es el sentido
del símbolo. En Rumania no me atraía la vida religiosa, las iglesias me parecían atestadas de iconos.
Y por supuesto que no consideraba esos iconos como ídolos, pero en fin... Pues bien, en la India,
viví en un poblado de Bengala y vi mujeres y muchachas que tocaban y decoraban un lingam, un
símbolo fálico, más exactamente un falo de piedra anatómicamente muy exacto; por supuesto que,
al menos las mujeres casadas no podían ignorar su naturaleza, su función fisiológica. Comprendí,
pues, la posibilidad de «ver» el símbolo en el lingam. El lingam era el misterio de la vida, de la
creatividad, de la fertilidad que se manifiesta en todos los niveles cósmicos. Esta epifanía de vida
era Shiva, no era el miembro que nosotros conocemos. Entonces, esa posibilidad de ser
religiosamente conmovido por la imagen y por el símbolo, me reveló todo un mundo de valores
espirituales».
A primera vista el lingam parece ser un símbolo falocrático; sin embargo, cuando el órgano
masculino se pone erecto, ¡es a causa de la mujer! Según un dicho tántrico, «Shiva sin Shakti sólo
es un shava, un cadáver». La erección demuestra el poder femenino. Discúlpeme, señora, si evoco
el ejemplo bien conocido de los perro. Normalmente, no pasa nada, pero cuando una perra está en
celo, ¡a la arrebatiña todos los perros! Por tanto es la hembra quien despierta a los machos, y no a la
inversa.
El lingam pone así (¡aparentemente!) a todo el mundo de acuerdo: al falócrata que da la prioridad
al órgano masculino erecto, al tántrico que detrás de la unión de los órganos masculino y femenino
percibe los principios cósmicos así simbolizados. Si es fácil esculpir el órgano masculino, por el
contrario es técnicamente imposible esculpir el sexo femenino en relieve. Eso es lo que hace que,
en los lingams indios, el órgano femenino se limite a rodear la base del órgano masculino, y el resto
debe ser imaginado.
Una pregunta: ¿por qué los lingams son siempre de piedra, excepto los modelados en arcilla y
que se arrojan enseguida al Ganges, y por qué esta piedra en general es negra? La respuesta es
simple: ¡es a causa del color de la piel de los drávidas, cuyo dios era Shiva!
¿Y como es en realidad una linga-pūjā, una adoración del lingam, en un medio puritano como,
por ejemplo, el ashram de Rishikesh, al pie del Himalaya? El oficiante, a veces el swami
Chidananda, el asceta, acaricia en primer lugar largamente, casi amorosamente, el. lingam de piedra
pulida, lo adorna con guirnaldas y traza en él con pasta de sándalo amarillo los signos rituales y
simbólicos. Durante toda la celebración, el oficiante y los participantes cantan en coro, durante
horas, «Om Namah Shivayah», arrojando al mismo tiempo flores y pétalos de flores sobre el
lingam, que queda casi cubierto por ellos.
En el momento culminante, el oficiante vierte sobre el lingam un líquido blanco viscoso hecho de
leche y miel (cuyo simbolismo es evidente), que corre lentamente por la piedra y se derrama en el
arghya, para ser luego repartido entre los participantes, que lo beben con evidente devoción. Como
en la consagración durante una misa católica, para ellos en ese instante Shiva está presente en el
lingam.
Cuando se les menciona el carácter sexual evidente de ese ritual, se ofuscan y, con buena fe, lo
niegan absolutamente. He oído a una occidental, también ella de buena fe, seguir su ejemplo. Creía
incluso que aportaba una prueba tan sutil como innegable: decía que si se tratara verdaderamente de
un símbolo de unión sexual, el falo debería estar horizontal y no vertical. En la posición occidental
corriente, la del misionero, sería así, pero no en el maithuna tántrico, donde Shakti está a
horcajadas, o «cabalga» sobre Shiva y el órgano masculino está vertical. Los indios —¡que
ciertamente saben!— no hablan: se contentan con negar...
Los tántricos sienten que la eyaculación es el momento procreador por excelencia, cuando la
energía femenina se apodera del esperma para suscitar una nueva vida. Para ellos, todo acto creador
va acompañado de goce y la creación resulta de una unión cósmica permanente y orgiástica, que
proseguirá hasta el fin de los tiempos: cada galaxia es el fruto de un orgasmo cósmico. Toda
experiencia cósmica es necesariamente extática, como el éxtasis de los místicos occidentales, y eso
justifica los ritos sexuales de la Vía de la Izquierda, la vía más directa hacia el éxtasis. Para el
tantra, la libido cósmica (¡que Freud se alegre en su tumba!) es el dinamismo fundamental de la
creación: el universo nace del deseo, como todo ser viviente. Deseo y goce acompañan a todo acto
verdaderamente creador.
En los ritos sexuales del tantra, todo se organiza para despertar el deseo, para crear situaciones
eróticas intensas, para acceder así a la felicidad, al éxtasis, por una unión concreta ritualizada,
sacralizada. Además, esta unión sólo llega a ser espiritual si se percibe su carácter divino, sagrado.
Para el tantra todo goce puro es de orden espiritual. La unión sexual es el «signo» más concreto,
más simbólico que existe, y va acompañado también por la felicidad última que puede experimentar
el cuerpo humano. Todo esto supone una visión diferente de la ordinaria, que considera que el goce
y lo espiritual son incompatibles. Los siguientes extractos de escrituras sagradas confirman el
simbolismo del lingam: «La naturaleza manifiesta, la energía cósmica universal, está simbolizada
por el yoni, el órgano femenino que rodea al lingam. El yoni representa la energía que engendra el
mundo, matriz de todo lo que se ha manifestado» (Karapátri, Lingopapasana rahasya, Siddhanta,
vol. 2, p. 154).
«El Universo proviene de la relación de un yoni con un lingam. En consecuencia, todo lleva la
marca del lingam y del yoni. Es la divinidad que, bajo la forma de falos individuales, penetra en
cada matriz y procrea así a todos los seres» {id., p. 163).
La potencia física y mental se adquiere controlando el sexo, ritualizándolo y no reprimiéndolo.
Los órganos que intervienen son la expresión visible del poder creador, cuyo símbolo más concreto
son. Cuando los hindúes veneran el lingam no deifican un órgano físico, reconocen simplemente
una forma eterna y divina manifestada en el microcosmos. Porque la potencia creadora humana
reside en el sexo, éste es a la vez la sede y el emblema de lo divino, de la forma causal, eternamente
presente en todas las cosas: «Aquellos que no quieren reconocer la naturaleza divina del falo, los
que no comprenden la importancia del rito sexual, los que consideran el acto de amor como vil y
despreciable o como una simple función física, seguramente fracasarán en sus intentos de
realización material o espiritual. Ignorar el carácter sagrado del falo es peligroso, mientras que
venerándolo se obtiene el placer (bhukti) y la liberación (mukti)» (Lingpapāsana rahasya).
O también: «El que deja pasar la vida sin haber honrado el falo es en verdad despreciable,
culpable y condenado. Si se hace un balance, de un lado la adoración del falo y del otro la caridad,
el ayuno, los peregrinajes, los sacrificios y la virtud, gana la adoración del falo, fuente de placer y
de liberación, abrigo contra la adversidad» (Shiva Purana, 1, 21-23-24-26).
«El que venera el lingam, sabiendo que es la causa primera, la fuente, la conciencia, la sustancia
del universo, está más cerca de mí que ningún ser» (id).
Estas citas, provenientes de una escritura aria, requieren dos observaciones. En primer lugar,
estamos lejos del Rig-Veda y de sus imprecaciones contra los «adoradores del dios-pene».
Segundo, un malabarismo «falocrático» hace del lingam un simple falo, mientras que, para el
tantra, el lingam es el yoni indisociablemente unido al órgano viril: ¡es más que una cuestión de
matiz!
Para cerrar este capítulo escuchemos todavía a nuestro amigo sioux Tahca Ushte, tántrico sin
saberlo: «Para el hombre blanco, los símbolos son sólo una cosa agradable que permite dejarse
llevar por las especulaciones, un juego del espíritu. Para nosotros, son más que eso, mucho más.
Para nosotros se trata de vivirlos».
Por eso las especulaciones (¡por tanto mi texto...!) sólo son útiles y justificadas en la medida en
que nos abren a la riqueza de los símbolos, de los que entonces nuestro espíritu acepta servirse. Para
que lleguen a ser «más que eso», hay que olvidar las disertaciones y dejarlas actuar en las
profundidades del inconsciente, allí donde tenemos nuestras raíces, donde se está en contacto con
las fuerzas vivas del universo, donde «engendrar» adquiere todo su sentido.
Regresemos a Occidente: ¿es la cruz un lingam oculto? Esta pregunta corre el riesgo de disgustar
—sin motivo, por supuesto— a los católicos, para quienes evoca el sacrificio supremo del Hijo de
Dios para rescatar a la humanidad. Pero, ¿está prohibido ver también el símbolo de la unión de los
principios creadores últimos? Y ver en ella un símbolo eventual-mente fálico, ¿es un sacrilegio?
Aunque no soy ni padre de la Iglesia ni doctor en teología, sin embargo creo recordar que antes de
la cruz el signo crístico era el pez, símbolo indudablemente fálico. Todavía hoy, en el sur de Italia,
la misma palabra designa al pez y al órgano viril: quien lo dude que vaya a Nápoles e interrogue a
las vendedoras de pescado del puerto...
por el tan-tra ya sea de Derecha o de Izquierda.
Katheríne Mayo, en Mother India, escribió en 1927: «Shiva, una de las divinidades del panteón
hindú, está representado en todas partes, a lo largo de los caminos, en pequeños altares, en los
templos, en los oratorios de las casas indias o en los amuletos personales. Cada día, a través de la
imagen del órgano de la generación, es adorado por sus devotos».
El lingam además es el único elemento común a prácticamente todos los templos hindúes, el
único también que puede ser mirado y tocado por cualquiera, sin importar su religión, su secta o su
casta. En todo rito tántrico tiene un papel central, tanto entre los shivaítas como entre los adeptos de
Shakti.
Lo característico del símbolo es que revela aspectos diferentes según la persona que lo percibe y
según las circunstancias: de ahí su riqueza, y el valor simbólico del lingam es extraordinario. Por
ser universal es aceptable para todos, tanto creyentes como ateos.
¿Se trata de una imagen fálica o priápica? Es lo que creían los primeros occidentales que viajaron
a la India. En 1670, un individuo llamado Stravorinus, capitán de la Compañía Holandesa de las
Indias Orientales, se indignaba por ello: «Aquí y allí, hay representaciones de una divinidad que
adoran bajo el nombre de lingam. Es el culto más escandaloso entre todas las abominaciones que la
superstición humana ha multiplicado en la superficie de la Tierra...»
Sin comentarios...
El tantra es el modo de acercamiento a las realidades últimas más accesible al conjunto de la
humanidad, cualesquiera que sean las diferencias, raciales u otras.
A primera vista, sin embargo, ¿qué hay más extraño que los conceptos, los ritos y las técnicas del
tantra, especialmente el culto del lingam? En nuestro inconsciente, sin embargo, despierta ecos
profundos desde que penetramos en su universo misterioso.
Para el tantra, el lingam es el conjunto formado por el órgano masculino engastado en el sexo
femenino, y no sólo el falo, aunque éste sea ya un símbolo muy potente, universalmente extendido,
incluso entre nosotros.
George Ryley Scott escribe: «Era natural que los antiguos bretones adoraran las piedras y los
pilares en cuanto emblemas del principio masculino, así como los antiguos hebreos, los griegos, los
romanos, los egipcios, los japoneses y tantos otros. Huellas de este culto han sido descubiertas en
numerosos lugares de Inglaterra, Escocia y el país de Gales, aunque sean notablemente escasas las
estatuas fálicas realistas. Tales ejemplares han existido, pero probablemente han sido demolidos, y
la mayor parte de las huellas escritas sobre los mismos han sido borradas con cuidado por el clero y
las demás autoridades».
El mismo autor cita aj. B. Hannay en Christianity: The Sources of its Teaching and Symbolism:
«Los pilares fálicos no eran raros en Bretaña. Tenemos una larga lista establecida según antiguos
escritos. Buen número de ellos fueron destruidos o derribados, mutilados en la punta o erosionados
por la intemperie; sin embargo, en las investigaciones, se descubren columnas fálicas tan perfectas
que un indio shivaíta se prosternaría ante ellas y las adoraría todavía hoy. Otros sólo representan el
glande, como las formas adoradas por los asirios».
En el emplazamiento prehistórico de Filitosa, en Córcega, se ven piedras erguidas, de un realismo
tal que se trata indudablemente de lingams, aunque los arqueólogos los califican púdicamente de
«guerreros». También en este caso podemos hacer una comparación entre el hombre viril
sexualmente y el hombre viril combativamente.
No sé qué hubiera pensado, pues, nuestro amigo Burgess si hubiera asistido a la escena relatada
por el Capitán Hamilton (A New Account of East lndies, Edimburgo, 1727, vol. 1, p. 152), que vio
un «sanctified rascal» (literalmente, un miembro de la chusma santificado), un truhán de siete pies
(más de dos metros), con los miembros bien proporcionados, de la secta de los jougies (sic)
«sentado a la sombra de un árbol, prácticamente desnudo, con un pudenda (en latín en el texto)
como un asno, con un anillo de oro pasado por el prepucio. Este gañán era muy reverenciado por un
gran número de mujeres jóvenes casadas, que se prosternaban ante el príapo viviente, lo tomaban
devotamente entre las manos, lo besaban, mientras que su propietario libertino les acariciaba las
necias cabezas murmurando plegarias obscenas, que supuestamente les aseguraban una
progenitura».
¡Se entiende, efectivamente, que este subdito de Su Muy Excelsa Majestad Británica haya sido
escandalizado por ese espectáculo! No comprendió que esas mujeres no adoraban el miembro viril
sino el lingam, signo de la potencia creadora de Shiva.
¡Estupefacción! ¡Escándalo! ¡Otro viajero vio a un asceta desnudo, sentado bajo un árbol,
poniendo collares de flores y otras ofrendas rituales a su propio miembro en erección! Para el
asceta, la erección manifestaba la fuerza creadora que hace surgir una nueva vida o las galaxias de
la nada, y es ese principio cósmico lo que reverenciaba... Estaba en condiciones de disociar su poloindividuo
(el yo consciente) de su polo-especie. Todo esto no puede trasladarse a Occidente,
evidentemente: ¡imagínese el lector la cara de los peatones en los Campos Elíseos!
En la India, el origen del culto del lingam se remonta a la prehistoria, a los antiguos ritos
sexuales de fecundidad, al culto de la Gran Diosa. Los hombres y las mujeres se unían cerca de los
campos, y los acoplamientos colectivos se consideraban beneficiosos para aumentar, por contagio,
la fecundidad de la tierra: seguramente era menos tóxico que nuestros pesticidas... Luego se
levantaban piedras para invocar a las fuerzas creadoras, piedras que todavía están allí...
Este culto es muy anterior a la invasión aria: el Rig-Veda atestigua que el lingam era, si no el
único, el principal símbolo preario, rechazado por los arios.
Los epítetos injuriosos dirigidos a los drávidas: akarman, sin ritos, ayajvan, que no hacen
sacrificios, shishna-devāh, literalmente «cuyo dios es el pene» (VIL21.5 y X.99-3), prueban que el
simbolismo profundo del lingam escapaba a los arios. Su culto, condenado, quedaba desterrado de
los rituales védicos.
Sin embargo se produciría un viraje. Sólidamente implantados en el país conquistado, su
pretendida integridad racial protegida por el estricto apartheid del sistema de las clases, los arios
podían darse el lujo de la tolerancia religiosa. Dejaban que sus siervos, los sudras, conservaran sus
antiguos dioses y cultos.
Mientras que habitualmente el vencedor impone su religión a los vencidos, en la India los arios
no sólo no deseaban en absoluto «brahmanizar» a sus siervos, sino que al contrario prohibían
estrictamente a los no arios (y a algunos arios) incluso que escucharan los Vedas. En caso de
transgresión, el Código de Manu castigaba ese «sacrilegio» con graves penas.
Sin embargo, poco a poco los «señores» se anexaron dioses, creencias, prácticas mágicas de los
vencidos y las integraron, «arianizadas», a su propio culto y panteón: el resultado de esta osmosis
es el hinduismo. Y es así como el lingam, al principio tan despreciado, se convirtió en el símbolo
más difundido en toda la India. Sin embargo, si los arios patriarcales lo aceptaron bastante
fácilmente, ¡fue porque veían en él sobre todo el miembro viril!
Todavía hoy el culto del lingam ha conservado su fervor original. Cito a Mircea Eliade
(L'épreuve du Labyrinthe, p. 68): «La segunda enseñanza que me ha aportado la India es el sentido
del símbolo. En Rumania no me atraía la vida religiosa, las iglesias me parecían atestadas de iconos.
Y por supuesto que no consideraba esos iconos como ídolos, pero en fin... Pues bien, en la India,
viví en un poblado de Bengala y vi mujeres y muchachas que tocaban y decoraban un lingam, un
símbolo fálico, más exactamente un falo de piedra anatómicamente muy exacto; por supuesto que,
al menos las mujeres casadas no podían ignorar su naturaleza, su función fisiológica. Comprendí,
pues, la posibilidad de «ver» el símbolo en el lingam. El lingam era el misterio de la vida, de la
creatividad, de la fertilidad que se manifiesta en todos los niveles cósmicos. Esta epifanía de vida
era Shiva, no era el miembro que nosotros conocemos. Entonces, esa posibilidad de ser
religiosamente conmovido por la imagen y por el símbolo, me reveló todo un mundo de valores
espirituales».
A primera vista el lingam parece ser un símbolo falocrático; sin embargo, cuando el órgano
masculino se pone erecto, ¡es a causa de la mujer! Según un dicho tántrico, «Shiva sin Shakti sólo
es un shava, un cadáver». La erección demuestra el poder femenino. Discúlpeme, señora, si evoco
el ejemplo bien conocido de los perro. Normalmente, no pasa nada, pero cuando una perra está en
celo, ¡a la arrebatiña todos los perros! Por tanto es la hembra quien despierta a los machos, y no a la
inversa.
El lingam pone así (¡aparentemente!) a todo el mundo de acuerdo: al falócrata que da la prioridad
al órgano masculino erecto, al tántrico que detrás de la unión de los órganos masculino y femenino
percibe los principios cósmicos así simbolizados. Si es fácil esculpir el órgano masculino, por el
contrario es técnicamente imposible esculpir el sexo femenino en relieve. Eso es lo que hace que,
en los lingams indios, el órgano femenino se limite a rodear la base del órgano masculino, y el resto
debe ser imaginado.
Una pregunta: ¿por qué los lingams son siempre de piedra, excepto los modelados en arcilla y
que se arrojan enseguida al Ganges, y por qué esta piedra en general es negra? La respuesta es
simple: ¡es a causa del color de la piel de los drávidas, cuyo dios era Shiva!
¿Y como es en realidad una linga-pūjā, una adoración del lingam, en un medio puritano como,
por ejemplo, el ashram de Rishikesh, al pie del Himalaya? El oficiante, a veces el swami
Chidananda, el asceta, acaricia en primer lugar largamente, casi amorosamente, el. lingam de piedra
pulida, lo adorna con guirnaldas y traza en él con pasta de sándalo amarillo los signos rituales y
simbólicos. Durante toda la celebración, el oficiante y los participantes cantan en coro, durante
horas, «Om Namah Shivayah», arrojando al mismo tiempo flores y pétalos de flores sobre el
lingam, que queda casi cubierto por ellos.
En el momento culminante, el oficiante vierte sobre el lingam un líquido blanco viscoso hecho de
leche y miel (cuyo simbolismo es evidente), que corre lentamente por la piedra y se derrama en el
arghya, para ser luego repartido entre los participantes, que lo beben con evidente devoción. Como
en la consagración durante una misa católica, para ellos en ese instante Shiva está presente en el
lingam.
Cuando se les menciona el carácter sexual evidente de ese ritual, se ofuscan y, con buena fe, lo
niegan absolutamente. He oído a una occidental, también ella de buena fe, seguir su ejemplo. Creía
incluso que aportaba una prueba tan sutil como innegable: decía que si se tratara verdaderamente de
un símbolo de unión sexual, el falo debería estar horizontal y no vertical. En la posición occidental
corriente, la del misionero, sería así, pero no en el maithuna tántrico, donde Shakti está a
horcajadas, o «cabalga» sobre Shiva y el órgano masculino está vertical. Los indios —¡que
ciertamente saben!— no hablan: se contentan con negar...
Los tántricos sienten que la eyaculación es el momento procreador por excelencia, cuando la
energía femenina se apodera del esperma para suscitar una nueva vida. Para ellos, todo acto creador
va acompañado de goce y la creación resulta de una unión cósmica permanente y orgiástica, que
proseguirá hasta el fin de los tiempos: cada galaxia es el fruto de un orgasmo cósmico. Toda
experiencia cósmica es necesariamente extática, como el éxtasis de los místicos occidentales, y eso
justifica los ritos sexuales de la Vía de la Izquierda, la vía más directa hacia el éxtasis. Para el
tantra, la libido cósmica (¡que Freud se alegre en su tumba!) es el dinamismo fundamental de la
creación: el universo nace del deseo, como todo ser viviente. Deseo y goce acompañan a todo acto
verdaderamente creador.
En los ritos sexuales del tantra, todo se organiza para despertar el deseo, para crear situaciones
eróticas intensas, para acceder así a la felicidad, al éxtasis, por una unión concreta ritualizada,
sacralizada. Además, esta unión sólo llega a ser espiritual si se percibe su carácter divino, sagrado.
Para el tantra todo goce puro es de orden espiritual. La unión sexual es el «signo» más concreto,
más simbólico que existe, y va acompañado también por la felicidad última que puede experimentar
el cuerpo humano. Todo esto supone una visión diferente de la ordinaria, que considera que el goce
y lo espiritual son incompatibles. Los siguientes extractos de escrituras sagradas confirman el
simbolismo del lingam: «La naturaleza manifiesta, la energía cósmica universal, está simbolizada
por el yoni, el órgano femenino que rodea al lingam. El yoni representa la energía que engendra el
mundo, matriz de todo lo que se ha manifestado» (Karapátri, Lingopapasana rahasya, Siddhanta,
vol. 2, p. 154).
«El Universo proviene de la relación de un yoni con un lingam. En consecuencia, todo lleva la
marca del lingam y del yoni. Es la divinidad que, bajo la forma de falos individuales, penetra en
cada matriz y procrea así a todos los seres» {id., p. 163).
La potencia física y mental se adquiere controlando el sexo, ritualizándolo y no reprimiéndolo.
Los órganos que intervienen son la expresión visible del poder creador, cuyo símbolo más concreto
son. Cuando los hindúes veneran el lingam no deifican un órgano físico, reconocen simplemente
una forma eterna y divina manifestada en el microcosmos. Porque la potencia creadora humana
reside en el sexo, éste es a la vez la sede y el emblema de lo divino, de la forma causal, eternamente
presente en todas las cosas: «Aquellos que no quieren reconocer la naturaleza divina del falo, los
que no comprenden la importancia del rito sexual, los que consideran el acto de amor como vil y
despreciable o como una simple función física, seguramente fracasarán en sus intentos de
realización material o espiritual. Ignorar el carácter sagrado del falo es peligroso, mientras que
venerándolo se obtiene el placer (bhukti) y la liberación (mukti)» (Lingpapāsana rahasya).
O también: «El que deja pasar la vida sin haber honrado el falo es en verdad despreciable,
culpable y condenado. Si se hace un balance, de un lado la adoración del falo y del otro la caridad,
el ayuno, los peregrinajes, los sacrificios y la virtud, gana la adoración del falo, fuente de placer y
de liberación, abrigo contra la adversidad» (Shiva Purana, 1, 21-23-24-26).
«El que venera el lingam, sabiendo que es la causa primera, la fuente, la conciencia, la sustancia
del universo, está más cerca de mí que ningún ser» (id).
Estas citas, provenientes de una escritura aria, requieren dos observaciones. En primer lugar,
estamos lejos del Rig-Veda y de sus imprecaciones contra los «adoradores del dios-pene».
Segundo, un malabarismo «falocrático» hace del lingam un simple falo, mientras que, para el
tantra, el lingam es el yoni indisociablemente unido al órgano viril: ¡es más que una cuestión de
matiz!
Para cerrar este capítulo escuchemos todavía a nuestro amigo sioux Tahca Ushte, tántrico sin
saberlo: «Para el hombre blanco, los símbolos son sólo una cosa agradable que permite dejarse
llevar por las especulaciones, un juego del espíritu. Para nosotros, son más que eso, mucho más.
Para nosotros se trata de vivirlos».
Por eso las especulaciones (¡por tanto mi texto...!) sólo son útiles y justificadas en la medida en
que nos abren a la riqueza de los símbolos, de los que entonces nuestro espíritu acepta servirse. Para
que lleguen a ser «más que eso», hay que olvidar las disertaciones y dejarlas actuar en las
profundidades del inconsciente, allí donde tenemos nuestras raíces, donde se está en contacto con
las fuerzas vivas del universo, donde «engendrar» adquiere todo su sentido.
Regresemos a Occidente: ¿es la cruz un lingam oculto? Esta pregunta corre el riesgo de disgustar
—sin motivo, por supuesto— a los católicos, para quienes evoca el sacrificio supremo del Hijo de
Dios para rescatar a la humanidad. Pero, ¿está prohibido ver también el símbolo de la unión de los
principios creadores últimos? Y ver en ella un símbolo eventual-mente fálico, ¿es un sacrilegio?
Aunque no soy ni padre de la Iglesia ni doctor en teología, sin embargo creo recordar que antes de
la cruz el signo crístico era el pez, símbolo indudablemente fálico. Todavía hoy, en el sur de Italia,
la misma palabra designa al pez y al órgano viril: quien lo dude que vaya a Nápoles e interrogue a
las vendedoras de pescado del puerto...
viernes, 11 de abril de 2014
About Tantra from the book "The Mirror of yoga" by Richard Freeman
The misperception that tantra is exclusively a group of practices
having to do with sexuality also stems from the fact that yoga involves
the awakening of the power of the serpent ltundalini, which is imag-
ined coiled up and asleep, blocking the opening of the central channel.
When awakened she uncoils, opening the mouth of the central channel;
she then turns around and enters the susumni. Her movement in this
central channel, the middle path of the subtle body, causes the mind,
the citta, to drop into deepening layers of profound meditation. There
is an obvious parallel between the sexual potential that rests within the
body and the presence and awakening 0F this serpent that dwells above
the center of the pelvic Floor. This coiling of the sexual energy, which is
the normal state For most people, blocks the central channel and causes
us to project our sexual desires externally onto sense objects. The citta
(mind and intelligence), which follows the prana, also then coils and
superimposes symbols onto processes, creating in the mind the appear-
ance of separate sense objects. In this light we can see that kundalini
represents more than just sexual desire; she is also the desire to know
things, the craving not to sulfer, and the aspiration for liberation For
oneself and for all others. A balanced study and practice of yoga brings
attention to the true nature of others and the mind, and to how many
aspects of life are interconnected. An unbalanced, exclusive Focus on
obscure tantric practices having to do with uncoiling our sexual energy,
without proper grounding in the truth of impermanence, may put us
in the situation of being obsessed by imaginary powers and ruled by
the ego. There are high intoxicated states of mind in which we still split
desire, sensation, and Feeling into subject and object. The subject-object
divide revolves around the ego and stems From the primordial igno-
rance (avidyi), which has gotten us into this situation in the first place.
having to do with sexuality also stems from the fact that yoga involves
the awakening of the power of the serpent ltundalini, which is imag-
ined coiled up and asleep, blocking the opening of the central channel.
When awakened she uncoils, opening the mouth of the central channel;
she then turns around and enters the susumni. Her movement in this
central channel, the middle path of the subtle body, causes the mind,
the citta, to drop into deepening layers of profound meditation. There
is an obvious parallel between the sexual potential that rests within the
body and the presence and awakening 0F this serpent that dwells above
the center of the pelvic Floor. This coiling of the sexual energy, which is
the normal state For most people, blocks the central channel and causes
us to project our sexual desires externally onto sense objects. The citta
(mind and intelligence), which follows the prana, also then coils and
superimposes symbols onto processes, creating in the mind the appear-
ance of separate sense objects. In this light we can see that kundalini
represents more than just sexual desire; she is also the desire to know
things, the craving not to sulfer, and the aspiration for liberation For
oneself and for all others. A balanced study and practice of yoga brings
attention to the true nature of others and the mind, and to how many
aspects of life are interconnected. An unbalanced, exclusive Focus on
obscure tantric practices having to do with uncoiling our sexual energy,
without proper grounding in the truth of impermanence, may put us
in the situation of being obsessed by imaginary powers and ruled by
the ego. There are high intoxicated states of mind in which we still split
desire, sensation, and Feeling into subject and object. The subject-object
divide revolves around the ego and stems From the primordial igno-
rance (avidyi), which has gotten us into this situation in the first place.
In the skilled practice of tantric yoga there is the awakening of internal
energy and an experience of the full intensity of sensation and feeling
we term sexuality. In that awakening, when the practice is balanced.
there is a release of the cgo’s tendency to grasp onto the division of sub-
ject and object, so that the cause of great frustration and suflering does
not occur.
domingo, 6 de abril de 2014
Shaktisangama-Tantra 11.52
«La mujer crea el universo,
es el cuerpo mismo de este universo.
La Mujer es el soporte de los tres mundos,
es la esencia de nuestro cuerpo.
No existe otra felicidad
que la que procura la Mujer.
No existe otra vía
que la que la Mujer puede abrirnos.
Jamás ha habido ni habrá jamás,
ni ayer, ni ahora, ni mañana,
otra fortuna que la Mujer, ni otro reino,
ni peregrinación, ni yoga, ni oración,
ni fórmula mágina (mantra), ni asee sis,
ni otra plenitud,
que los prodigados por la Mujer.»
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La Mujer es el soporte de los tres mundos,
es la esencia de nuestro cuerpo.
No existe otra felicidad
que la que procura la Mujer.
No existe otra vía
que la que la Mujer puede abrirnos.
Jamás ha habido ni habrá jamás,
ni ayer, ni ahora, ni mañana,
otra fortuna que la Mujer, ni otro reino,
ni peregrinación, ni yoga, ni oración,
ni fórmula mágina (mantra), ni asee sis,
ni otra plenitud,
que los prodigados por la Mujer.»
viernes, 28 de marzo de 2014
Simbolismo del Caduceo del libro "Tantra el culto a lo femenino" de André Van Lysebeth
Recorriendo el país dravídico, al sur de Madrás y hasta el extremo de la India, quedé sorprendido
al ver hasta qué punto los nāgakkāls, esos caduceos dravídicos esculpidos en piedra y colocados
bajo grandes árboles, son la copia exacta del caduceo mediterráneo.
En esta semejanza veía más que una coincidencia. Es verdad que la serpiente siempre ha
fascinado al hombre por su poder mortal y su vida misteriosa. Imagen arquetípica y símbolo fálico,
sobre todo cuando está erguido, el reptil forma parte de las imágenes simbólicas de muchos
pueblos. ¡Pensemos en la Biblia y en la serpiente tentadora!
Sin embargo, lo que asombra, tanto en el nāgakkāl como en el caduceo es que muestran dos
serpientes enlazadas y, sobre todo, erguidas sobre la cola, lo que es antinatural: una cobra erguida
conserva al menos un tercio de su cuerpo enroscado y apoyado en el suelo. Para resolver la
dificultad, el indio las esculpe en piedra, mientras en el Mediterráneo enrollan la serpiente en torno
al bastón de Hermes, dios que adoptaron los griegos pero que era extranjero: venía de Tracia o de
Lidia.
Los brahmanes nos dicen que las dos serpientes simbolizan los conductos de energía que corren a
lo largo de la columna vertebral, mientras que el nāgakkāl es un símbolo sexual tántrico, con el
mismo derecho que el lingam. En la India todos saben que se trata de cobras copulando, pues las
serpientes copulan erguidas y enlazadas. Ahora bien, la cobra es el reptil indio por excelencia y es el
más común y el más temido, sobre todo en celo: ni al señor ni a la señora cobra les gusta ser
molestados, y sin embargo su acoplamiento es el único coito animal descrito en la India. Cuando, a
propósito del caduceo mediterráneo, nos cuentan que, al ver dos serpientes luchando, Hermes las
separó con su vara.
El conjunto (el nāgakkāl más los dos árboles casados) está tan cargado de sexualidad que las
mujeres estériles le hacen ofrendas y se frotan contra la piedra para tener niños. En cuanto a la
higuera, ¿es macho porque secreta un látex que se parece al esperma? En todo caso es el único árbol
que jamás se mutila en la India. Sus semillas son, al parecer, afrodisíacas.
El nāgakkāl revela también su origen tántrico por el hecho de que, visto de espaldas, tiene la
forma de un lingam y también por los motivos que con frecuencia se esculpen en los anillos
formados por las cobras copulando. En el de arriba, se esculpen el lingam-yoni tradicional, en el
anillo central Nandin, el toro sagrado, el vehículo de Shiva cuyo culto se encuentra en toda el área
mediterránea , por último en el inferior la flor de loto, símbolo del yoni. La parte de abajo está siempre vacía. Se ha encontrado un caduceo de seis anillos en Sumer, de comienzos del tercer milenio, sobre un cubilete de Gudea. Cuando hay representada una sola cobra, se enrosca de abajo arriba en torno a una varilla. A
veces policéfala, sus cabezas son siempre de número impar: 3, 5, 7 ó 9, todos números sagrados. En
la India la cobra está siempre asociada a Shiva, pero pensemos también en el Pschent de los
faraones y en el Calathos de la diosa de Cnossos.
La asociación entre la serpiente, la piedra y el árbol es típica en el espacio alpino-mediterráneo,
que incluye la mayor parte de Europa. ¡La serpiente tienta a Eva a partir del árbol sagrado! He
evocado la época megalítica india y la europea. En las excavaciones arqueológicas en la India se
han encontrado, especialmente en Salem, escondidas bajo los dólmenes dravídicos, hachas de
piedra y otras herramientas prehistóricas, recuerdo de los ancestros. Y, sobre esto, citemos a Le
Rouzic, quien informa, en el Corpus de Monuments Mégalithiques du Morbihan que los bretones,
en determinadas épocas lunares, alrededor del menhir de Manion, hacen exactamente los mismos
gestos con la esperanza de la posteridad. Cerca de ese menhir, Le Rouzic descubrió una escultura
que representaba cinco serpientes erguidas sobare su colas, ...junto a cinco hachas neolíticas de
piedra! Extraño —y revelador— a más de 8.000 km de distancia...
Confirmando el simbolismo sexual del caduceo alpino-mediterráneo, según una leyenda griega,
Rea se había convertido en dragona y Zeus se convirtió en dragón para unirse a ella, y la vara de
Hermes es el símbolo de esta unión. En el Scolium, al margen del Parisinus 2, el cristiano
Atenágoras escribe, escandalizado: «El caduceo, en el cual las serpientes estaban representadas
frente a frente, con sus rostros encontrados, constituye el memorial de ese acoplamiento
vergonzoso».
Todos estos símbolos son extraños para los falsos indoeuropeos, es decir, para los arios. En el
Rig-Veda, el lingam, el árbol, la divinidad del árbol y el toro de Shiva son despreciados y
rechazados como parte del culto de los Dauys, los enemigos dravídicos del dios ario Indra.
al ver hasta qué punto los nāgakkāls, esos caduceos dravídicos esculpidos en piedra y colocados
bajo grandes árboles, son la copia exacta del caduceo mediterráneo.
En esta semejanza veía más que una coincidencia. Es verdad que la serpiente siempre ha
fascinado al hombre por su poder mortal y su vida misteriosa. Imagen arquetípica y símbolo fálico,
sobre todo cuando está erguido, el reptil forma parte de las imágenes simbólicas de muchos
pueblos. ¡Pensemos en la Biblia y en la serpiente tentadora!
Sin embargo, lo que asombra, tanto en el nāgakkāl como en el caduceo es que muestran dos
serpientes enlazadas y, sobre todo, erguidas sobre la cola, lo que es antinatural: una cobra erguida
conserva al menos un tercio de su cuerpo enroscado y apoyado en el suelo. Para resolver la
dificultad, el indio las esculpe en piedra, mientras en el Mediterráneo enrollan la serpiente en torno
al bastón de Hermes, dios que adoptaron los griegos pero que era extranjero: venía de Tracia o de
Lidia.
Los brahmanes nos dicen que las dos serpientes simbolizan los conductos de energía que corren a
lo largo de la columna vertebral, mientras que el nāgakkāl es un símbolo sexual tántrico, con el
mismo derecho que el lingam. En la India todos saben que se trata de cobras copulando, pues las
serpientes copulan erguidas y enlazadas. Ahora bien, la cobra es el reptil indio por excelencia y es el
más común y el más temido, sobre todo en celo: ni al señor ni a la señora cobra les gusta ser
molestados, y sin embargo su acoplamiento es el único coito animal descrito en la India. Cuando, a
propósito del caduceo mediterráneo, nos cuentan que, al ver dos serpientes luchando, Hermes las
separó con su vara.
El conjunto (el nāgakkāl más los dos árboles casados) está tan cargado de sexualidad que las
mujeres estériles le hacen ofrendas y se frotan contra la piedra para tener niños. En cuanto a la
higuera, ¿es macho porque secreta un látex que se parece al esperma? En todo caso es el único árbol
que jamás se mutila en la India. Sus semillas son, al parecer, afrodisíacas.
El nāgakkāl revela también su origen tántrico por el hecho de que, visto de espaldas, tiene la
forma de un lingam y también por los motivos que con frecuencia se esculpen en los anillos
formados por las cobras copulando. En el de arriba, se esculpen el lingam-yoni tradicional, en el
anillo central Nandin, el toro sagrado, el vehículo de Shiva cuyo culto se encuentra en toda el área
mediterránea , por último en el inferior la flor de loto, símbolo del yoni. La parte de abajo está siempre vacía. Se ha encontrado un caduceo de seis anillos en Sumer, de comienzos del tercer milenio, sobre un cubilete de Gudea. Cuando hay representada una sola cobra, se enrosca de abajo arriba en torno a una varilla. A
veces policéfala, sus cabezas son siempre de número impar: 3, 5, 7 ó 9, todos números sagrados. En
la India la cobra está siempre asociada a Shiva, pero pensemos también en el Pschent de los
faraones y en el Calathos de la diosa de Cnossos.
La asociación entre la serpiente, la piedra y el árbol es típica en el espacio alpino-mediterráneo,
que incluye la mayor parte de Europa. ¡La serpiente tienta a Eva a partir del árbol sagrado! He
evocado la época megalítica india y la europea. En las excavaciones arqueológicas en la India se
han encontrado, especialmente en Salem, escondidas bajo los dólmenes dravídicos, hachas de
piedra y otras herramientas prehistóricas, recuerdo de los ancestros. Y, sobre esto, citemos a Le
Rouzic, quien informa, en el Corpus de Monuments Mégalithiques du Morbihan que los bretones,
en determinadas épocas lunares, alrededor del menhir de Manion, hacen exactamente los mismos
gestos con la esperanza de la posteridad. Cerca de ese menhir, Le Rouzic descubrió una escultura
que representaba cinco serpientes erguidas sobare su colas, ...junto a cinco hachas neolíticas de
piedra! Extraño —y revelador— a más de 8.000 km de distancia...
Confirmando el simbolismo sexual del caduceo alpino-mediterráneo, según una leyenda griega,
Rea se había convertido en dragona y Zeus se convirtió en dragón para unirse a ella, y la vara de
Hermes es el símbolo de esta unión. En el Scolium, al margen del Parisinus 2, el cristiano
Atenágoras escribe, escandalizado: «El caduceo, en el cual las serpientes estaban representadas
frente a frente, con sus rostros encontrados, constituye el memorial de ese acoplamiento
vergonzoso».
Todos estos símbolos son extraños para los falsos indoeuropeos, es decir, para los arios. En el
Rig-Veda, el lingam, el árbol, la divinidad del árbol y el toro de Shiva son despreciados y
rechazados como parte del culto de los Dauys, los enemigos dravídicos del dios ario Indra.
viernes, 1 de noviembre de 2013
Yoga Sikha Upanishad
Om ! May He protect us both together; may He nourish us both together;May we work conjointly with great energy,May our study be vigorous and effective;May we not mutually dispute (or may we not hate any).Om ! Let there be Peace in me !Let there be Peace in my environment !Let there be Peace in the forces that act on me !
First Chapter
“All the living beings are surrounded by the net of illusion, Oh God, Parameshwara, Oh God of Gods, How will they attain salvation? Be kind enough to tell.” Asked Lord Brahma to Lord Parameshwara and he replied as follows: 1.1
Some people say that the only way out is Jnana (knowledge). To attain occult powers, that alone will not suffice. How can Jnana without Yoga lead to salvation? It is also true
that Yoga alone without Jnana will not lead to salvation. So the one who aims at salvation, should learn Jnana and Yoga together. 1.2
Like a rope ties a bird, the minds of all living beings are tied. Enquiries and researches do not affect the tie of this mind. So the only way to win over this mind is through victory over Prana. There is no other option to get victory over Prana except Yoga and there are no methods except those shown by Siddhas. 1.3
So I am teaching you this Yoga Shika (head of all yogas). It is greater than all Jnanas. After sitting in either Padmasana (lotus position) or any other Asana, and after concentrating the sight to the tip of the nose and after controlling both the hands and legs, meditate on the letter ‘Om’ with a concentrated mind. If one continuously meditates on Parameshwara, he would become an expert in yoga and the Parameshwara would appear before him. 1.4
If we sit in an asana and continuously practice, the bindu will cease from going down. Without Pooraka and Rechaka, the Prana would stand in Kumbhaka for a very long time. You would hear different types of sound. The nectar will start flowing from the place of the moon. Hunger and thirst will cease. Mind would get concentrated on the ever flowing bliss. The four steps for this are Mantra Yoga, Laya Yoga, Hatha Yoga and Raja Yoga. The great Maha Yoga, which is one, has been divided in to four and named as above. The prana goes out with sound “ham” and goes in with the word “sa”, and all beings naturally chant the mantra “Hamsa, Hamsa” (while exhaling and inhaling). This is chanted in the Sushumna after being taught by the Guru in an inverted manner (Hamsa inverted is soham). This chanting of the mantra “Soham, Soham (I am it)” is called Mantra Yoga. Sun is the letter “Ha” and moon is the letter “Tha”. The joining of sun and the moon is the Hatha Yoga. Due to Hatha Yoga, the idiocy which is the cause of all doshas (draw backs) is swallowed. When the merging of Jeevatma and Paramatma takes place, mind melts and vanishes. And only air of Prana remains. This is called Laya Yoga. Because of Laya Yoga that heavenly Swathmananda Sowkhya (the well being of the joy of ones own soul) is attained. In the great temple of the middle of yoni (the female organ) the principle of the Devi, which is red like Hibiscus flower lives as Rajas in all beings. The merger of this rajas with the male principle is called Raja Yoga. As a result of Raja Yoga, the Yogi gets all the occult powers like Anima. You have to understand that all these four types of Yogas are nothing but the merger of Prana, Apana and Samana. 1.5
For all those who have a body, their body is the temple of Shiva. It can give them occult powers. The triangular part in between the anus and penis is called the mooladhara. This is the place where Shiva lives as a life giving force. There the Parashakthi called Kundalani lives. From there wind is produced. The fire is also produced from there. From there only the sound ‘Hamsa’ and the mind are also produced. This place which would give whatever is asked for is called Kamakhya peetam (the seat of passion). In the edge of the anus is the Swadishtana Chakra with six petals. Near the belly is the Mani Poora Chakra with its ten petals. In the place near the heart the Anahatha Chakra with its 12 petals exists. And, Hey Lord Brahma, this is called the Poorna Giri Peeta. In the depression in the throat, Vishudhi Chakra with its 16 petals exists. Hey lord of Lords, that is the Jalandara Chakra. In between the eyelids is the Agna Chakra with its two petals. Over that is the Maha Peeta called Udayana. 1.6
Second Chapter
This world functions because of the unclear foundation power which is described as Maha Maya, Maha Lakshmi, Maha Devi and Maha Saraswathi. That power shines in a micro form as a Bindu (dot) on the Peeta (seat). That Bindu breaks the Peeta and emerges from there in the form of Nadha (sound). That Nadha Brahma assumes three shapes viz., Macro, Micro and external. The macro form is the big shape which is pervaded by the five Brahmans. The micro form which arises from the Nadha with its three Bheejas (roots) is the form of Hiranya Garbha. Para is the ever true property of Satchitananda. By continuously chanting the Atma mantra, the glitter will occur in Para Thathwa (the philosophy of the external). For the Yogi who has stopped his mind, this appears in the micro form similar to the flame of the lamp, moon’s crescent, like a fire fly, like a streak of lightning and like the glitter of stars. There are no greater mantras than Nadha (sound), no Gods greater than Atma, no greater worship than the meditation and no pleasure greater than satisfaction. My devotee who understands this would remain stable in his happiness. To that great man who has great devotion to God as well as similar great devotion to his teacher, all this would be understood automatically.
Third Chapter
That great ever living Nadha (sound) is called Sabhda Brahman. It is the strength residing in the Mooladhara. Para is the foundation for its own self and is of the form of Bindhu. That Nadha coming out of Parashakthi (similar to the germ coming out of the seed) is called Pasyanthi (we see). The Yogis who are able to see using the Pasyanthi Shakthi, understand that it is the whole world. That power produces sound like a rain starting from the heart. Hey Lord of Lords, there it is called Madhyama. It is called Vaikari when it merges in the sound form with Prana and exists in the throat and jaw. It produces all the alphabets from Aa to Ksha. From alphabet words arise and from words rise the sentences and from them all the Vedas and Mantras. This Goddess Saraswathi lives in the cave of intelligence in all beings. In meditation when will power melts, you can reach this Para Thathwa.
Fourth Chapter
Because the divine power is single, there are no differences there. You have to understand that the thought process of living beings is like seeing a snake in a rope. When you do not know, it is a rope and then for a small time the rope appears as a snake. The ordinary intelligence is similar to this. We see everything as the world that we see. There is no reason or basis for this world to be different from this Brahman. So the World is only Brahman and not anything different. If you understand the Para Thathwa like this, where is the cause for differentiation. 4.1
In Taittiriya Upanishad fear has been told as belonging to that foolish person who finds difference between Jeevatma(soul) and Paramatma (God). Though this world has been told as some thing to be experienced, in the next moment it vanishes like a dream. There is no state of waking up in a dream. There is no dream in the state of waking up. Both of them are not there in Laya. Laya is not in both of them. All these three are illusions created by the three characters. The one who sees this would be above characteristics and would be forever. 4.2
The Chaithanya (activity) starts in the form of the world. All these are Brahman. It is useless to differentiate it as Atma and Anatma when dealing with wise people. The foolish man thinks that body is attached to the soul. The belief that pot is mixed with the mud and the water is mixed with mirage and similarly the belief that body is mixed up with the soul is because of taking recourse to ignorance. 4.3
Fifth Chapter
That Yogi who has mastered yoga and who has complete control over his senses would attain whatever he imagines. The Teacher (guru) is the Brahma, He is Vishnu and He is the Lord of Lords Sadashiva and there is nobody greater than the teacher in all the three worlds. We should worship with devotion that Parameshwara, who is the great Soul who has taught us the divine knowledge. The one who worships like that would get the result of Jnana fully. Do not keep your aim because of the wavering mind on occult powers. The one who knows this principle well, is the one who has attained salvation. There is no doubt about it.
Sixth Chapter
That great light in which the Bhoo Loka, Bhuvar Loka and Suvar Loka [Worlds] and the Sun, Moon and Fire Gods, are but a small part in the letter “Om”. When mind wavers, the worldly life and when it is firm, the salvation will result. So Lord Brahma, using great intelligence we have to keep the mind not to waver. For desire to posses wealth, the mind is the reason. When that is destroyed, the world would be destroyed. One should with lot of effort start the treatment for that. When a man looks after his mind using his mind and realizes that it has stopped running, he would see the Parabrahman, which is very difficult to see. The Yogi is able to get salvation by seeing his mind with his mind. We have to see the mind with the mind and hanker for that mad state. We have to see the mind with the mind and be stable in Yoga. 6.1
In any place where the wind moves, the mind also wavers. Mind is called moon, sun, wind, sight and fire. The Bindu(dot), Nadha (sound) and the Kala (crescent) are the Gods Vishnu, Brahma and Ishwara. By constant practice of Nadha, the bad influences will vanish. That which is Nadha becomes the Bindu and then becomes the mind. One has to clearly aim at the unification of Nadha, Bindu and Chintha. Mind itself is the Bindu and that is the reason for the state of creation of the world. Similar to milk being produced by the cow, Bindu is produced by the mind. 6.2
The one who realizes well the six wheels (Agna chakras) enters the world of pleasure. One has to enter it by controlling the airs in the body. One has to send the air (Vayu) upwards. One has to practice Vayu, Bindu Chakra and Chintha. Once the Yogi realizes Samadhi by one of them, he feels that everything is nectar like. Similar to the fact that the fire inside the wood cannot be brought out without churning it by another wood, without practice, the lamp of wisdom can not be lit. Adopting his teacher as the one who pilots the ship and by adopting his teachings as the stable ship, with the power of constant practice, one crosses the sea of this birth. Thus tells this Upanishad.
Om ! May He protect us both together; may He nourish us both together;May we work conjointly with great energy,May our study be vigorous and effective;May we not mutually dispute (or may we not hate any).Om ! Let there be Peace in me !Let there be Peace in my environment !Let there be Peace in the forces that act on me !
Here ends the Yoga-Sikhopanishad belonging to the Krishna-Yajur-Veda.
Translated by P. R. Ramachander
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