jueves, 30 de mayo de 2013

La intención siembra los beneficios de la práctica. ~ Toni Romero

Todo en la vida puede ser una actividad de salvación o condena. También el yoga puede darnos el efecto inverso al que buscamos. Es algo que aprendí practicando sirsasana. Supongo que eso es consecuencia de no haber tenido ningún profesor y haber aprendido por libre, no te beneficias de la guía, más que en el ámbito físico, sobretodo en el emocional. Así que te dejas llevar por el enorme deseo del principiante de hacerlo bien, de hacerlo perfecto. De ahí repites una y otra vez, ese proceso anula todos los beneficios, no estás disfrutando de la práctica, sino alimentando el ego, buscando esa auto-satisfacción rápida. Es algo que en mayor o menor grado
todos hacemos en distintas facetas. Es parte de nuestra naturaleza, pero ese deseo no controlado, es el fruto en gran medida del dolor y sufrimiento. Ese sobreesfuerzo te hace luchar contra tu cuerpo.
Patanjali en los yoga sutras, si mal no recuerdo, dice que una asana es perfecta cuando se hace sin esfuerzo. El tema es que si te limitas a la plasticidad, estás valorando el cuerpo por encima de la mente y el espíritu, en ese momento es cuando el yoga se convierte en circo y es una absoluta pérdida de tiempo.
Contrariamente si en este proceso aprendes a ser paciente, a no concebir una desmesurada importancia en los resultados, sino en sentir que has dado el máximo esfuerzo y así recibes todos los beneficios, la frustración desaparece. Tu cuerpo se desbloquea y realmente las asanas se abren como pétalos de flores. Las asanas fluyen y se perfecciona a la vez que la importancia que le das a ese hecho cada vez es menor y te centras más en la calidad de los beneficios, en una correcta respiración. Creo que ese es un punto importante en el aprendizaje. Es un momento crucial para ver lo que realmente estás buscando.
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